lunes, 20 de junio de 2016

Mi novela por fascículos - CAPITULO 1

¡Hola familia!

Hoy vengo con algo que es muy, muy especial para mi. Desde hace un mes o así he estado trabajando en un proyecto literario, pensado especialmente para ser expuesto en este blog (por lo menos una gran parte de el). En realidad, esta será la primera vez que alguien ajeno a mi entorno personal lea algo escrito por mi, sin tener en cuenta los relatos cortos que se me ocurren en mis escasos momentos de lucidez.

Os explico. Una vez por semana intentaré subir un nuevo capítulo de lo que yo he llamado: "mi novela por facículos". Vamos que no tiene ni nombre todavía. Bueno, por no tener no tiene ni un argumento fijo, ya que quiero ir dejandome llevar y dandole forma según lo que se me vaya ocurriendo sobre la marcha (basicamente porque darles forma a las ideas sigue siendo mi asignatura pendiente).

En fin, lo dicho. Si la idea cuaja, y lo que leeis os gusta os ruego que me lo hagais saber en los comentarios o en twitter y facebook, y entre todos escogeremos un dia fijo de la semana para que suba el capítulo. Si por el contrario, no os llama nada lo que leeis, tambien debeis decirmelo y me evito hacer el "canelo" jaja.

Mil gracias de antemano, a los que vais a leer (por lo menos) este primer capítulo.




Agosto de 2007

Es un día cualquiera de Agosto y estoy más estresada que si estuviese en época de exámenes. Son las cuatro de la tarde y llevo diez minutos corriendo por mi habitación intentado arreglarme para la piscina después de haber estado una hora tirada en la cama mirando las musarañas y jugueteando con mi teléfono, hasta que me he dado cuenta de que iba a llegar tarde a reunirme con mis amigas como de costumbre. “La que me va a caer otra vez” pienso. Cojo mi mochila azul, que tengo tirada en el suelo, y sin pararme demasiado a pensar en lo que hago, empiezo a introducir mis cosas de cualquier manera. En lo único en lo que me fijo es en haber metido mi toalla roja extra grande y el MP3. Cuando creo que ya lo tengo todo me acerco por última vez al espejo de cuerpo entero, que domina gran parte de mi cuarto, y repaso mi aspecto. La visión que me devuelve no es más que la de una típica chica de 17 años de gigantescos ojos azules, no demasiado alta, de prominentes caderas y con un cuerpo de lo más normal. Me recojo detrás de la oreja un mechón de mi pelo rubio, que se me ha escapado de la trenza que me he hecho a todo correr y repaso una vez más que nada está fuera de su sitio.

Miro a todos lados por la habitación, para ver si me falta algo y me doy cuenta de que esta no es más que un fiel reflejo de lo que soy. Todo está bastante desordenado, la gran cama de cabecero negro que ocupa casi toda la estancia esta deshecha y revuelta, el enorme armario de puerta corredera que hace juego con la cama está abierto de par en par y se ve todo revuelto en su interior, y el escritorio…bueno del escritorio mejor ni hablamos, tiene tantas cosas encima que la mitad de ellas seguro que ni siquiera sé que están ahí.

Giro sobre mis talones, recojo la mochila de la cama y mis llaves de la mesilla, y me encamino hacia la puerta de mi habitación. Salgo y corro escaleras abajo.

-¡Mamá, me voy!- grito mientras me dirijo a la puerta principal

- ¿Esta noche vendrás a cenar no Ariadna? – me pregunta sin salir de la cocina. En realidad sé que no lo está preguntando. Que haya terminado la frase con mi nombre completo significa claramente que se trata de una contundente y rotunda orden.

-¡Sii mamá!

- Cenamos a las nueve, no a las nueve y cuarto, ni a las nueve y media Ari, a las nueve – responde mi madre

-Valeee…–el tono de fastidio es evidente en mi voz. La verdad es que estoy un poco harta de que cada vez que salgo de casa me digan lo mismo. “Ni que llegase tarde a todas partes” pienso. Pero cuando miro mi reloj y veo que ya son las cuatro y media, tengo que tragarme mis palabras y salir pitando de casa al grito de:

- ¡Adios mamá!

En cuanto abro la puerta la resplandeciente luz del sol me ciega, me pongo mis gafas y encamino la calle.

Fuera hace un calor espantoso, la verdad es que no recuerdo un verano más caluroso en toda mi vida. Desde hace casi un mes los termómetros apenas han bajado de los treinta grados y para una persona como yo, a la que el frio y la lluvia le gustan más que el sol, ha sido mucho más que agotador soportar estas temperaturas.

“Jolin, que calor” pienso para mi mientras camino bajo aquel apremiante sol de verano. Aunque no voy corriendo tampoco me lo tomo con demasiada calma porque sé que en cuanto llegue a nuestro punto de encuentro habitual me llevaré una buena bronca por retrasarme tanto como de costumbre.

Miro el reloj, las cinco menos veinte: “madre mía, que tarde” Casi estoy llegando, al final de la calle ya puedo distinguir la llamativa mochila amarillo fosforito de mi amiga Lara, en la misma esquina de nuestro barrio en el que siempre quedamos, justo enfrente de la pastelería en la que solemos refugiarnos en las frías tarde de invierno. A medida que me voy acercando voy distinguiendo mejor la cara de cabreo que tiene mi amiga, la que por supuesto con mi llegada no solo no mejora sino que va a peor.

-Lo sien…

-¡Pero se puede saber qué horas son estas!¡Llevo más de media hora esperándote, aquí de pie, plantada, con el solano en toda la cabeza! ¡La próxima vez me voy te lo juro, no vuelvo a esperarte más!

-No te enfades... – digo poniendo mi mejor carita de pena – Prometo que no volverá a pasar...enserio. Te lo juro.

-¡Llevo escuchándote decir eso desde los tres años!, ¿acaso te crees que conociéndote desde hace tanto tiempo te voy a creer ahora?

A pesar de su cara de enfurruñamiento, una sonrisa amenaza con escapársele y noto que su cabreo va bajando. Lara ha sido mi amiga desde que tengo uso de razón a pesar de que tiene dos años más que yo. Cuando éramos unas crías vivíamos puerta con puerta y nos pasábamos días enteros la una en la casa de la otra volviendo loco a cualquiera al que le tocase cuidarnos. Pero cuando cumplió los 12 años, sus padres se separaron, vendieron la casa en la que vivían y ella y su madre se trasladaron a un pequeño apartamento a un par de manzanas de allí. La separación de sus padres y al mismo tiempo que la hubiesen separado de mi aunque sólo fueran unos diez minutos, le resultó muy duro, y aunque ella no lo admitiese nunca ni lo vaya a admitir jamás, yo sé que lo pasó fatal.

-Vamos, enserio lo siento Lari, te juro que intentaré que no vuelva a pasar... – imploro a mi mejor amiga, en un intento de ablandar su cabreo, cosa que aparentemente funciona.

-Vale, te perdonaré si dejas de poner esa estúpida cara de corderito degollado, y sobre todo si no vuelves a llamarme Lari nunca más.

-De acuerdo. Uiii como te quiero- digo intentando abalanzarme sobre Lara para plantarle un beso; a lo que ella responde con un sonoro refunfuño y un intento de manotazo que esquivo con habilidad

Lara es bastante más alta que yo y también más delgadita. Tiene el pelo largo y castaño y unos ojos marrones preciosos, aunque como siempre le digo lo más fascinante de su físico son sus delgadas e interminables piernas, que hacen que cualquier chico se quede embobado mirándola cuando se pone faldas o pantalones cortos. A pesar de todo, lo que más me gusta de ella es su carácter impetuoso. Aunque a simple vista parece una chica tranquila, calmada e incluso en ocasiones tímida, Lara es una chica con carácter, que se hace respetar, y que defiende a capa y espada a su gente.

-Oye, ¿y Bibi? –digo cayendo en la cuenta de que Lara está sola - ¿No habíamos quedado con ella también?

-Sí, pero ha dicho que tiene muchas cosas que hacer, que baja más tarde – empieza a contarme Lara mientras iniciamos nuestro camino hacia la piscina municipal.


**Soy consciente de que el primer capítulo no es para nada atrapante pero, prometo subir pronto el segundo, con un poquito más de "chichilla". Porfavor, no os rindais tan pronto con el proyecto :)**


Besos Libro Adictos;)


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